Los números del diputado Omar Fernández alcanzan para varias opciones en la capital. Para candidatearse por su partido a la alcaldía en las elecciones de febrero del próximo año o para aspirar a la senaduría de la capital. Para repetir como diputado los números del vocero de la bancada de la FP, dan y sobran.

El trabajo del joven político, hijo del expresidente Leonel Fernández, para convertirse en una de las figuras de mayor crecimiento electoral en la estratégica plaza de la capital, podría interpretarse como un ejercicio fácil por su procedencia, sin embargo, en los hechos no ha sido así.

Cuando fue electo vocero de los diputados de su partido fue sometido a fuertes críticas por quienes consideraron la decisión como una especie de regalo inmerecido por su juventud y por la estatura política de su progenitor. Incluso, su debut como candidato en la política fue difícil, de escenario incierto.

Le tocó arrancar de cero un nuevo partido, cuando los dirigentes que renunciaron del PLD, encabezados por Leonel, fundaron la FP. Ahí estuvo, asumió la boleta en las circunstancias políticas más adversas.

No fue con una estructura fuerte como la del PLD que a Omar le tocó embarcarse en una candidatura como diputado, fue por un partido que se formó en la vorágine de la campaña electoral y en medio del momento más crítico de la pandemia del Covid-19.

En esas circunstancias, construyendo un partido nuevo, el peor momento político de su padre y en medio de una pandemia, echó sus primeras raíces. Obviamente, ser hijo de Leonel Fernández, es un activo que ofrece unas posibilidades únicas, porque ese solo hecho ya lo coloca en la mente de la gente y la opinión pública.

Pero no menos cierto es, que ser el hijo de un político no es suficiente para asegurar una carrera. De eso hay muchos ejemplos en el país y fuera. Omar, tiene un nombre propio, no es el hijo de Leonel, es Omar Fernández. Lo logró en menos de tres años.