Iglesia Católica en Santiago está esperanzada en que proyecto reforma policial sea profunda

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De cada cien dominicanos, 77 consideran que la delincuencia es su principal preocupación. Así lo expresó el presidente de la República, el licenciado Luis Abinader, el pasado 6 de abril, anunciando al país la tan esperada Reforma Policial.

El dato ofrecido por el mandatario expresa una realidad que debe conducirnos a una profunda reflexión y a buscar con rapidez los ¬correctivos necesarios para evitar que la sociedad dominicana viva en una zozobra permanente, porque la delincuencia está imponiendo las reglas de nuestra cotidianidad.

Dice que para llegar a la meta de una convivencia pacífica y civilizada, uno de los componentes necesarios es contar con un cuerpo policial que lo dé todo por la Patria, y que ponga el respeto a la vida por encima de todo.

“Pero resulta que desde hace años venimos observando un comportamiento reprochable en miembros de la Policía Nacional que, en muchos casos en vez de ellos ser parte de la solución de la inseguridad ciudadana que sufrimos, agravan el problema con su forma de actuar, pisoteando en muchos casos las leyes de respeto a los demás”, precisa.

De ahí la importancia del anuncio del Presidente, quien ha proclamado con firmeza que en esta ocasión la reforma policial se hará aunque tenga que vencer todos los obstáculos que se le presenten en el camino. El pueblo dominicano tiene la esperanza que en esta oportunidad sea así.

Pero la Reforma Policial no se logra con paños tibios, remiendos, cambiando el color de los recintos policiales, ni poniendo nombres dife¬rentes a los cargos de la Institución. El mal es muy profundo. Hace falta tomar medidas contundentes y eficaces.

En su planteamiento contenido en la nota editorial de su órgano informativo Camino, indica que la transformación se logrará haciendo una profilaxis profunda, a todos los niveles, arrancando de raíz las causas que provocan los males existentes en la Institución. Sólo así cambiará la actitud de los ciudadanos, que a veces en vez de sentir protección frente a un policía, sienten temor.

Esperamos que la sangre de los esposos Elisa Muñoz y Joel Díaz, cuya muerte ha apresurado esta reforma, no haya sido en vano, igual que la de tantos dominicanos que han caído víctimas de las acciones criminales de algunos miembros de la Policía, y que muchas veces el manto de la impu¬nidad ha cubierto sus desmanes.

Sabemos que hay policías que su conducta es ejemplar, y que sus manos no se han manchado con sangre ni la corrupción, pero otros están haciendo trizas de la imagen de esta institución, y así no podemos continuar.

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