La Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros y su Arzobispado se pueden considerar bendecidos por Dios, porque despiden a un insigne monseñor Freddy Antonio de Jesús Bretón Martínez para acoger en su seno a un prelado de elevada estirpe eclesial y humana; el nuevo arzobispo metropolitano Héctor Rafael Rodríguez Rodríguez, ambos antecedidos por la figura señera de monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio.

Por eso es que se puede hablar de bendición, ante tres portentos que encarnan un dechado de virtudes y capacidades a la orden de las parroquias y cuasi-parroquias y zonas parroquiales que componen el Arzobispado de la urbe cibaeña.

En cuanto a la presentación de credenciales, permítasenos calificar de esta manera lo dicho en su primera homilía al ser posesionado el pasado sábado, Héctor Rafael Rodríguez Rodríguez delineó su “programa de gobierno”, permiso nuevamente por la comparación, al exponer los ejes en que fundamentará su gestión.

“Aquí estoy, con disponibilidad incondicional, para cumplir con el programa que nos ha encomendado el Señor”.

Refirió que les debe su formación a sus padres, de quienes dijo que aprendió modales de respeto, honestidad y a distinguir lo sano de lo enfermo y lo malo de lo bueno.

Agregó después, en son de paz, que no viene a pelear con nadie, porque no tiene pistola, ni ametralladora ni espadas.

Para que no haya equívoco, demarcó su territorio: “Voy a defender siempre la vida y entiendo que debemos dejar los protagonismos enfermos que nos dividen”.

Con claridad discurrió sobre temas que siempre están presentes en la opinión pública, y fijará posición como arzobispo sobre la base de la obediencia a Dios primero y después en función de los intereses de los más necesitados.

“Que el hombre viva con dignidad es uno de mis principios”, señaló, y se comprometió a mantener viva entre los sectores sociales la preocupación por el cuidado de los recursos naturales. “A raíz del cambio climático, la sociedad está obligada a ser obediente con la naturaleza, porque Dios perdona, pero la naturaleza no”, enfatizó.

Como hombre de Dios que también tiene su corazoncito terrenal, cerró su homilía con una mención a las Águilas Cibaeñas, en referencia al rendimiento de esa franquicia en el actual torneo de béisbol. Como fanático aguilucho no quiere morir de pena por el pobre desempeño: “Muchachos, pónganse las pilas y vamo’ a haceile”.