Que el Hospital Traumatológico Ney Arias Lora invierta más del 65% de su presupuesto en personas que llegan por accidentes de tránsito, y que en lo que va de año la cantidad de accidentados haya subido del 50% al 80%, la mayoría conductores de vehículos de dos ruedas, es para acrecentar la preocupación ante esta real pandemia, con la que el país aparentemente ha decidido convivir y, peor aún, permanece indiferente.

Estas estadísticas son apenas, como muestra, las de un solo centro de salud, pero nos encaminamos a superar las más de tres mil muertes confirmadas y más de 10 mil lesionados por accidentes de tránsito de 2022.

Resulta lastimoso que las víctimas que encabezan las estadísticas sean, en su mayoría, jóvenes de entre 15 y 26 años que conducen motocicletas.

El séptimo Foro de Seguridad Vial, celebrado la pasada semana, ha sido bastante revelador y sirvió para recordar que pese a algunas contadas iniciativas para disminuir los accidentes de tránsito, resultan insuficientes para sacarnos del primer lugar en el mundo, ¡qué barbaridad!, con más víctimas fatales en accidentes viales por 100 mil habitantes.

Eso sin que se tome en consideración el subregistro estadístico que, en opinión del director general del hospital Ney Arias Lora, eleva entre alrededor de 5,000 a 6,000 las personas que mueren cada año en República Dominicana por esta causa.

Según Julio Landrón, de 1,500 a 2,000 personas mueren luego de estar ingresadas durante largo tiempo, no contabilizadas en la lista general de fallecidos en el año.

Pero la situación es todavía más grave: cada accidentado le cuesta a la salud pública, al Estado, entre 300 mil a 700 mil pesos por día en cama de cuidados intensivos, y los que llegan a sobrevivir y quedan discapacitados se convierten en una carga para las familias y para la sociedad.

Estamos ante un problema de salud pública con gravísimas implicancias sociales y económicas que debe encararse, comenzando por cambiar una cultura de manejo, exigir severas pruebas para otorgar licencias y castigar con dureza cada infracción, o seguiremos siendo campeones de “la bolita del mundo” en el despreciable y nada apetecido ranking de personas fallecidas en accidentes viales.