Aunque no se ha dicho, Miguel Vargas, recién reelecto presidente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) con el 75% de los votos de los delegados que participaron en la asamblea, les ha ganado dos batallas políticas a sus antiguos enemigos que fundaron el Partido Revolucionario Moderno (PRM), hoy partido de gobierno.

Según se supo, el PRM y el Gobierno metieron todo el brazo para quitarle el control de la organización a Vargas y apoyaron a Junior Santos y Fiquito Vásquez. Las versiones que dan cuenta del hecho se han corrido bastante a lo interno del PRD, el PRM y otros partidos, que siempre están pendientes de lo que ocurre en la casa del vecino para pescar en aguas revueltas o tranquilas, según el interés de cada uno.

Según radio bemba, el dinero de la reelección corrió en el PRD en la asamblea del pasado domingo, pero por el resultado, parece que Miguel tiene bien amarrada su chiva en el partido del jacho. Miguel Vargas lleva ya 16 años al frente del partido blanco y cuando complete el actual periodo serán dos décadas. aunque bajo su dominio el PRD bajó de categoría, de actor principal, pasó a secundario.

La primera derrota de Miguel al gobierno del PRM, según se supo, fue en la Internacional Socialista. Vargas es el vicepresidente para América Latina del organismo, en el que Peña Gómez ocupó el mismo cargo. Pues según se ha dicho, el gobierno del PRM intentó despojar a Vargas de ese cargo y estuvo dispuesto a respaldar a otro país con tal de darle un golpe a su antiguo adversario.

Pero los amigos del presidente del PRD en fronteras fuera de República Dominicana, algunos de la madre patria, le dieron la alerta. El excanciller movió sus fichas en la Internacional Socialista y evitó un golpe, que sería una sorpresa.

Vargas ahora tiene otro reto, qué hará ante lo que luce una decisión inminente del PLD de no hacer alianza con la FP, una diligencia que él ha estado haciendo, pero parece que con pocos frutos. Según se dice en los círculos de ambos partidos, el líder de los blancos ha dicho que le sorprende la torpeza política de los morados.