Los peligros del tabaco “invisible” para los niños

Las sustancias químicas que se liberan con el humo de los cigarrillos se depositan en todo tipo de superficies. Es lo que se conoce como humo residual del tabaco y es capaz de permanecer en el ambiente durante largos periodos de tiempo.

Los bebés lactantes y los niños pequeños son extremadamente vulnerables a este contaminante, ya que su forma de experimentar el mundo es a través del tacto y de llevarse cosas a la boca.

Todos recordamos cuando fumar en espacios públicos, como bares, restaurantes u hospitales, era de lo más normal. Aunque no fumaras, toda tu ropa o tu pelo desprendía un olor a humo.

Esto es porque hay partículas, residuos químicos del humo del tabaco que se adhieren a todo tipo de superficies: alfombras, muebles, paredes, sofás, ropa e incluso a nuestro pelo o el de nuestras mascotas.

A estas partículas se las conoce como humo residual del tabaco o humo de tercera mano y aunque no se vean, están ahí y tienen efectos perjudiciales para la salud, sobre todo para la de los más pequeños.

Todas las personas pueden estar expuestas a este humo residual del tabaco al respirarlo, ingerirlo o por absorción a través de la piel.

Sin embargo, los bebés lactantes y los niños en primera infancia (es decir, menores de cinco años), son más vulnerables a los efectos de este contaminante, ya que su forma de experimentar el mundo es a través del tacto y de llevarse cosas a la boca.

Además, los pequeños presentan características propias que los hacen más sensibles a la exposición: “Los niños están en más peligro porque presentan un sistema inmunitario en desarrollo.

Además, tienen una mayor frecuencia respiratoria —es decir, más posibilidades de inhalar estos productos tóxicos— y poseen una piel más fina”, dice a SINC Andrés Zamorano, presidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT).