Buscones entran en el negocio de las visas dominicanas

Ni bien pasaron 24 horas desde la publicación de una investigación de Listín Diario que expuso montos millonarios manejados a “discreción” en consula­dos dominicanos en Haití, cuando ya habían al me­nos 40 reacciones de ciu­dadanos haitianos, quie­nes utilizaron las redes sociales del medio como un canal difusor para que­jarse de la problemática.

La mayoría coincidió en algo: lo que se les cobra por una visa para cruzar a suelo dominicano es “un abuso” y resulta arriesga­do, ya que al final del día entregan su pasaporte a una “agencia de viajes” o a simples “buscones” sin te­ner la seguridad de que no serán estafados.

Tras la ola de reaccio­nes entrevistamos a tres personas. Este tipo de “agencias”, según relató a este diario el ciudada­no haitiano Richard Sene­cal, consisten en personas a las que tienen que recu­rrir para obtener una visa, ya que actualmente “no se puede ir a consulados”.

Richard detalló que es­tas personas “se meten en ese negocio de dar visa a otros haitianos”, tomando sus pasaportes y cobrando alrededor de 370 dólares por el servicio. No obstante, esta tarifa puede variar de­pendiendo de la “agencia” a la que acudan.

Luego, lo único que les queda es esperar. “Puedes esperar un mes, dos meses y algunas personas nunca lo obtienen, algunas perso­nas arriesgan el pasaporte en el proceso”, declaró.

Un dato curioso de todo el proceso a través de estos terceros es que al final no se sabe con certeza en qué con­sulado le van a tramitar la so­licitud. Por ejemplo, explicó que se puede contratar a una “agencia” en Puerto Príncipe, pero al final del día cuando le devuelven el pasaporte se ve que fue emitido en Juana Méndez, porque estas per­sonas “van donde tienen los contactos”.

La investigación arrojó que los precios para conse­guir una visa dominicana oscilan entre 85 y 250 dóla­res estadounidenses, según informaciones proporcio­nadas por los distintos con­sulados en Haití.

No obstante, la situación resulta diferente del otro lado de la frontera para los haitianos. Denunciaron que llegan a pagar hasta 600 dólares por una visa.

“Mi primera visa la con­seguí por 230 dólares cuan­do era menor de edad en la misma agencia que cuando la obtuve por segunda vez. Cuando volví por la segun­da pagué 250 dólares. Fue fácil, esperé como 15 días pero desde el año pasado se volvió inestable, entre 400 dólares y 600 dólares”, re­lató una joven haitiana que pidió no ser identificada.

La joven expresó que al final del día resulta más fá­cil hacer los trámites vía una “agencia” que ir a los consulados dominicanos. Al igual que sus connacio­nales, ella tampoco entien­de “por qué ni cómo” les cobran estos exorbitantes montos para una visa por un año. “Estoy cansada, es­te fraude debe ser deteni­do”, finalizó.

Markendy Michel, con­tactado vía Facebook, aña­dió que todos “los emba­jadores (cónsules) tienen gente en la calle (buscones) para sacar el pasaporte a 400 o 450 dólares”.

Añadió que desea saber “por qué el Gobierno domi­nicano dijo que el precio de la visa fija es de 200 dólares y tenemos que pagar 400 dólares por la visa domini­cana. La visa dominicana es más cara que una visa ame­ricana”.

Jose Rosemond comentó en Twitter que “la visa do­minicana es el producto que más demanda tiene aho­ra en Haití ya que muchos la buscan para transitar o irse para Dominicana, pa­ra Sudamérica y para Tur­quía”. Aprovechó para de­nunciar que “en todos los consulados, sin excepción, está esta cadena de corrup­ción binacional”.

Michael Nitho se unió a las denuncias a través de Facebook diciendo: “¡No­sotros pagamos entre 420 a 500 dólares por una visa! Ese dinero se reparte entre cónsul y a los que ponen pa­ra recibir el pasaporte (…) Es un abuso”.

El reglamento de Canci­llería establece que los con­sulados dominicanos, sin excepción, deberán fijar los precios de cada visa en US$40 para las de turismo, negocio simple y dependen­cia múltiple; en US$50 para las de residencia y negocio múltiple, y en US$60 para las de negocio con fines la­borales.

No obstante, se evidenció que estas tarifas están lejos de ser la realidad que se vi­ve en Haití.