Cooperativas: a sembrar lo común en tiempos inciertos

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Rodrigo Castaneda S. PhD
Representante de la FAO en República Dominicana.

En tiempos en que el “sálvese quien pueda” parece la consigna dominante, las cooperativas nos recuerdan que otra forma de producir, distribuir y convivir es posible. Y cada 5 de julio, el mundo lo celebra como debe: reconociendo el poder de lo colectivo.

Las cooperativas no son una moda ni una ocurrencia romántica. Son una realidad tangible y eficiente: emplean al 10% de la población mundial, están presentes en sectores clave como la agricultura, la salud, la energía y las finanzas, y han demostrado que es posible prosperar sin abandonar la dignidad. Como dijo el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, al inaugurar este año especial: las cooperativas están “luchando contra la pobreza, fortaleciendo la seguridad alimentaria y conectando a los pequeños emprendedores con los mercados internacionales”.

En República Dominicana, los datos también hablan. Según cifras de IDECOOP, existen más de 2300 cooperativas registradas en el país, muchas de ellas rurales, que representan un modelo esencial para la inclusión financiera, el fortalecimiento del tejido productivo y la democratización de las decisiones económicas. Donde los bancos no llegan, las cooperativas sí. Donde el mercado excluye, ellas integran.

Desde la FAO organizamos, junto con la Universidad del Caribe y la Universidad Politécnica de Madrid, el evento regional “Claves para un buen gobierno en las cooperativas agroalimentarias en América Latina y el Caribe”. Allí participaron más de 70 cooperativas dominicanas y representantes de otros nueve países. Durante mi intervención, compartí una preocupación que nos une a todos: el sistema alimentario actual es ineficiente. Consume demasiados recursos, ofrece alimentos caros y poco nutritivos, y no logra responder a las necesidades de las mayorías. Transformarlo es una urgencia. Y en esa transformación, las cooperativas son clave.

Como bien dijo la presidenta del Instituto de Desarrollo y Crédito Cooperativo (Idecoop), fortalecer la gobernanza en las cooperativas es una tarea técnica, sí, pero sobre todo moral. Y para lograrlo, necesitamos modelos transparentes, inclusivos y enraizados en las necesidades reales de las comunidades.

Pero no todo es armonía en este paisaje. También hay sombras que no debemos ignorar. Muchas cooperativas en el país existen solo en el papel. No funcionan como tales. Carecen de transparencia, participación real y, en algunos casos, reproducen prácticas clientelares que contradicen los principios del cooperativismo. El desafío, por tanto, es doble: fortalecer a las que están haciendo bien su trabajo y garantizar que las que operan mal no contaminen la confianza en el modelo. Eso exige supervisión seria, marcos legales coherentes y, sobre todo, voluntad de actuar.

Afortunadamente, ya existen experiencias que muestran otro camino. La alianza entre el programa Supérate, el Ministerio de Agricultura y la FAO ha acompañado a cientos de cooperativas de productores rurales, dotándolas de tecnología, formación y canales de comercialización. Hoy, gracias a ese trabajo, muchas de estas cooperativas están entregando sus productos frescos a hoteles en Punta Cana y al programa de alimentación escolar. Lo que antes era un sueño, hoy es una transacción cotidiana, transparente y digna.

Desde la FAO, sabemos que la seguridad alimentaria se logra con comunidades organizadas, con instituciones locales sólidas y con liderazgo transparente.

Celebrar este 5 de julio no es un acto simbólico. Es una invitación a mirar en dirección opuesta a la inercia individualista. A entender que la cooperación no es una alternativa, sino una urgencia. Como bien dice el lema de este día internacional: “Cooperativas: impulsando soluciones inclusivas y sostenibles para un mundo mejor”. Tal vez esa sea, en estos tiempos de fragmentación e incertidumbre, la mejor definición de esperanza.